La Atlántida, mito por excelencia, nos remite a continentes perdidos en el devenir de la historia, legados culturales transmitidos de generación en generación, ajenos a dogmas y panteones imperantes, erigidos en la base del vasto edificio cultural de Occidente.

Privada de grandilocuencia subyace sin embargo en la educación sentimental de todo ser humano otra mitología, personal e intransferible, que surca con irregular trayectoria el exiguo espacio existente entre la boutade y lo sublime, conformando en última instancia su particular forma de encarar los avatares de la existencia a modo de peculiar escudo protector, connivente sonrisa en ristre.

Perdidas ya mi infancia y primera juventud como el sumergido continente, permitidme buscar en su naufragio, si os place, retazos de la generación a la que cronológicamente pertenezco así como de todas aquellas a las que voluntariamente he decidido acogerme al ritmo, voluble, de los misterios desvelados por el implacable Cronos.




jueves, 17 de abril de 2008

Roma rediviva



Roma, ciudad fetiche, mi ciudad, la ciudad. Mis primeros recuerdos de mi fascinación por ella se remontan a aquellas semanas santas de mi infancia, en las que, en una televisión pública de sólo dos canales, el reinado de lo que hoy podemos calificar de "Antología esencial del Peplum", es decir las películas de romanos de toda la vida, era absoluto.

Fue entonces cuando mi atención quedó para siempre aprisionada en aquel mundo de cartón-piedra que, con mejor o peor acierto, recreaba los fastos de una civilización, pero sobre todo, de una ciudad ofrecida a la masa de fieles catódicos como perfecta ejemplificación de la maldad destinada a ser redimida a golpe de evangelio de todas sus atrocidades paganas... y a fe que lo fue.

Sustituida así el águila por la paloma en el estandarte imperial, Roma inició otro camino en el curso del cual su concurrido panteón quedó reducido a un único inquilino dando comienzo a una serie de cambios sociales y políticos que dieron como resultado el impensable proceso de la autodestrucción de una urbe que, deudora de toda una cultura mediterránea previa, cimentó como ninguna otra la estructura de la cultura occidental.

Perdudaron, con todo, a través de los siglos su estética, su magnífica arquitectura pública, sus avances técnicos, sus leyes, su modelo de ciudad, su atmósfera de lugar de encuentro de todas las culturas del orbe, aspectos realzados con inusitado vigor gracias a las actuales técnicas de reconstrucción virtual, como ejemplifica la recreación de algunos monumentos romanos que se muestran más arriba, una de las muchas que espero compartir con vostros.

2 comentarios:

Alejandro Fornell Muñoz dijo...

Enhorabuena Davius!!

Ya era hora que te atrevieras a publicar el blog. Y yo tengo el honor de ser el primero que te hace un comentario: ya te estás poniendo a meter más entradas!!
Tu capacidad para sorprenderme no tiene límites...

Davius dijo...

Caro Sikander, agradezco sinceramente la primicia de tu comentario. Espero que sea el comienzo de una larga serie de fructíferos intercambios.