La Atlántida, mito por excelencia, nos remite a continentes perdidos en el devenir de la historia, legados culturales transmitidos de generación en generación, ajenos a dogmas y panteones imperantes, erigidos en la base del vasto edificio cultural de Occidente.

Privada de grandilocuencia subyace sin embargo en la educación sentimental de todo ser humano otra mitología, personal e intransferible, que surca con irregular trayectoria el exiguo espacio existente entre la boutade y lo sublime, conformando en última instancia su particular forma de encarar los avatares de la existencia a modo de peculiar escudo protector, connivente sonrisa en ristre.

Perdidas ya mi infancia y primera juventud como el sumergido continente, permitidme buscar en su naufragio, si os place, retazos de la generación a la que cronológicamente pertenezco así como de todas aquellas a las que voluntariamente he decidido acogerme al ritmo, voluble, de los misterios desvelados por el implacable Cronos.




jueves, 24 de abril de 2008

Se telefonando



Uno de mis temas preferidos de Mina, palpable ejemplo de que no existen temas banales sino autores e intérpretes incapaces de vislumbar el brillo de ciertas gemas en el lodo. La pueril, a priori, indecisión a la hora de afrontar el final de un fugaz lance amoroso nos es revelada a modo de cénit trágico digno de la más conspicua heroína clásica, todo ello sin abandonar el ligero tono interpretativo que la temática y la melodía inspiran, tremolina gestual final incluida.

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