La Atlántida, mito por excelencia, nos remite a continentes perdidos en el devenir de la historia, legados culturales transmitidos de generación en generación, ajenos a dogmas y panteones imperantes, erigidos en la base del vasto edificio cultural de Occidente.

Privada de grandilocuencia subyace sin embargo en la educación sentimental de todo ser humano otra mitología, personal e intransferible, que surca con irregular trayectoria el exiguo espacio existente entre la boutade y lo sublime, conformando en última instancia su particular forma de encarar los avatares de la existencia a modo de peculiar escudo protector, connivente sonrisa en ristre.

Perdidas ya mi infancia y primera juventud como el sumergido continente, permitidme buscar en su naufragio, si os place, retazos de la generación a la que cronológicamente pertenezco así como de todas aquellas a las que voluntariamente he decidido acogerme al ritmo, voluble, de los misterios desvelados por el implacable Cronos.




viernes, 25 de abril de 2008

Si è spento il sole



"Muore nell'ombra la vita nel silenzio di tanti ricordi, pur se l'estate é finita t'amo ancor...innamorare non mi voglio mai più e nessun'altra cercherò." Dentro de la pléyade de canciones italianas que me acompañan en el día a día he de reconocer mi especial debilidad por este clásico de Adriano Celentano, lúcido lamento desgarrado de desamor capaz de apagar el sol, como el propio título indica.

Quien haya despertado bruscamente de un sueño de amor estival entenderá a qué se refiere la letra, prodigio de lírica y pública exaltación del dolor arropada por unos acordes que no hacen sino elevar la cuota de drama a las precisas cimas de irracionalidad que la ocasión propicia.

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